Abro un jardín con la mirada,
ojos atentos a un suspiro
que se pierde en los vaivenes
de tu pecho bullicioso.
Atrapo con mis dientes
estrellas rumorosas de tus labios
y a mi antojo,
construyo constelaciones de colores
que se esconden en los blancos pliegues
del mar que navegamos.
Con mis dedos dibujo
horizontes paralelos en tu vientre
y tu piel va descubriendo
paisajes nuevos...
sosegadas mañanas, temblorosas tardes,
febriles noches.
Profeta de la paciencia
alcanzo un cáliz encendido,
peregrino de la ternura
sorbo un néctar que rezuma
de fuentes escondidas
e impolutas.
Vibra el firmamento bajo mis labios,
gime el cosmos exaltado entre mis manos
y el universo se derrumba
para yacer a mi lado.
.
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