viernes, 10 de abril de 2009

A Edgar Allan Poe

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El asombro mantenido en el insomnio
trasnochador de tantas noches,
se difumina, se envuelve de amapolas,
néctar de musas satánicas,
de genios y duendes y hadas de la razón
más absurda.

Venas de humo opiáceo
ansiosas de vaginas infranqueables,
de tísicos recuerdos que golpean,
embebidos en alcohol
y nubes de lágrimas heladas,
la curva del cerebro que es de nadie,
donde la tinta cobra identidad de ciencia
y la palabra es un germen
de insospechadas epidemias de sorpresa.

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